Coahuila

Razón, Dignidad y Esperanza del movimiento magisterial

Por Gustavo García Torres

“La victoria obtenida con violencia equivale a la derrota”. Gandhi 

A un año del desalojo violento del Plantón Magisterial, en Saltillo, el 15 de septiembre el Gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme, volvió a cercar en su totalidad la Plaza de Armas y las calles aledañas, para impedir el acceso de la población a ese importante espacio público de encuentro y convivencia ciudadana. 

Al igual que hace un año, Riquelme cree que recurriendo al uso de la fuerza se yergue victorioso sobre un movimiento social que denuncia la indolencia y la irresponsabilidad de este y los dos gobiernos anteriores. 

Cree que gobernar es violentar y pisotear los derechos humanos de la población. Cree que eso lo hace un ganador. 

No es así. No gana Miguel Riquelme ahora, como no ganó cuando nos sacó a golpes del Congreso, por estas mismas fechas, hace 4 años. Entonces utilizó la fuerza pública y a los guardias armados con fusiles de alto poder, dispuestos a usarlos contra nosotros si regresábamos al recinto legislativo, pero año y medio después la Suprema Corte de Justicia de la Nación nos dio la razón al invalidar la injusta Ley del Servicio Médico que impuso con su mayoría priísta. 

Vuelve a hacerlo ahora. Incapaz  de construir acuerdos, con miedo a enfrentar la legitimidad de los reclamos magisteriales, cómplice y subordinado del grupo de poder que tiene secuestrado a Coahuila, recurre nuevamente a lo que mejor sabe hacer: apoyarse en el uso de la fuerza para evadir su responsabilidad. 

Hoy nuevamente se esconde tras el muro oprobioso del poder que usurpó en 2017. Es tan grande el pánico que le provoca la conciencia del agravio que cotidianamente hace a los coahuilenses, que lo obliga a protegerse con las vallas que impiden el acceso a Palacio.

Con la traición que cometió hace un año, rompiendo el diálogo y asestándonos una estocada por la espalda, no tiene ya el valor de enfrentarnos porque sabe que no es capaz de oponer otro argumento a nuestras razones, más que el de la fuerza policial. 

Tenía razón Gandhi cuando afirmaba: “Primero te ignoran, luego se ríen de ti, después te agreden y entonces ganas”. Así es. 

Gana el movimiento por la defensa de la seguridad social porque persiste la dignidad magisterial. 

Gana la Coalición de Trabajadores de la Educación porque a pesar de todo se mantiene en pie de lucha. 

Gana la Coalición, demostrando, como lo hizo el el pasado 14 de septiembre, que tiene el valor de plantarse nuevamente en la calle, frente a Palacio, para reiterar las mismas demandas y exigencias. 

Gana la Coalición, porque la fuerza de la causa que enarbola radica en la templanza, el estoicismo, la convicción y la dignidad de sus integrantes. 

Gana la Coalición, ratificando que la lucha es genuina, justa, urgente y únicamente por la defensa de la seguridad social del magisterio. 

Gana la Coalición, demostrando al gobierno la consistencia de la protesta y de lo que sus integrantes son capaces de hacer para defender sus derechos. 

Gana la resistencia pacífica, porque se nutre de la necesidad y la convicción, pero también de la fortaleza moral que permite sostenerse en pie. 

Gana el movimiento magisterial al consolidarse como promotor de una conciencia social crítica y propositiva, para la construcción de una sociedad más justa, solidaria y democrática. 

Particularmente ahora, tiene vigencia la frase MAESTRO, LUCHANDO, TAMBIÉN ESTÁ ENSEÑANDO, porque cada día son más las personas y las voces solidarias que respaldan las justas demandas de los educadores, pero exponen también las problemáticas que aquejan a diversos sectores sociales. 

La lucha habrá de seguir. Ante la indiferencia, el silencio, el menosprecio, el desdén y la irresponsabilidad de la autoridad, tendrá que intensificarse el reclamo, manteniendo firme el ánimo, la paciencia y la perseverancia, fundadas en la razón de los ordenamientos constitucionales, pues se exige solo lo que corresponde a nuestros derechos, con firmeza, con valor y convicción porque, como lo dijo en una manifestación mi amigo y compañero José Luis Anzures: 

No tenemos odio, tenemos Esperanza. 

No tenemos miedo, tenemos Razón. 

No tenemos rencor, tenemos Dignidad.

Columnas de México

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