La estrategia de China en México para ganar la guerra comercial a EEUU
El país gobernado por Andrés Manuel López Obrador es la puerta de entrada de China a toda América Latina, una región que cobra cada vez mayor importancia en la llamada guerra comercial entre Washington y Pekín.
Un dicho popular del mundo hispanoamericano reza así: «Si no puedes con el enemigo, únete a él». Eso es lo que está haciendo China, sólo que con una ligera modificación. Los chinos no pretenden aliarse con Estados Unidos, sino con el mayor socio de los norteamericanos: México.
Con una posición geográfica privilegiada —muy pronto transoceánica y vecina directa de la mayor economía mundial—, el país latinoamericano es percibido como la antesala a la gran cámara comercial que representa Estados Unidos en el planeta, aseguran expertos consultados por Sputnik.
«La postura de Estados Unidos ante el ascenso de China como potencia comercial y las restricciones comerciales entre ambos, hacen de México un actor de suma importancia para los dos países. En este sentido, podríamos decir que México es la puerta de entrada al comercio norteamericano y, también, un actor que, aunque no pertenece a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, es de suma relevancia para expandir los intereses de China en la región latinoamericana», explica en entrevista con Sputnik Michelle Calderón, maestra en estudios de Asia y África con especialidad en China por el Colegio de México (Colmex).
Las ventajas para los inversionistas chinos en tierras mexicanas son mayúsculas. Si una compañía del gigante asiático desea exportar a Los Ángeles una mesa desde China, debe pagar 25% de aranceles. Pero si esa empresa china construye una planta en México y opera desde allí, exportar su mesa será mucho más barato: no pagará aranceles gracias al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) y se ahorrará miles de dólares en logística y transportación (la manufacturera ciudad mexicana de Tijuana está a sólo 2,5 horas de Los Ángeles, por ejemplo).
De hecho, este tipo de operaciones ya suceden en el norte de México, donde China ha encontrado una especie de paraíso para acercarse —y competir directamente— con el mercado estadounidense. El Parque Industrial Hofusan es un centro neurálgico del comercio chino. Está ubicado muy cerca de Monterrey, la ciudad más industrializada de México. Desde ese sitio, las empresas chinas esquivan los aranceles impuestos por Estados Unidos a sus mercancías y, al mismo tiempo, ingresan a la sociedad norteamericana y extienden sus intereses geopolíticos y económicos por México y el resto de América Latina.
En su página web, el Parque Industrial Hofusan destaca la importancia geopolítica y comercial de México para los inversionistas chinos a través de la que, dice, es una infraestructura ideal para el desarrollo de muchas industrias.
63 puertos fronterizos
68 puertos internacionales
64 aeropuertos internacionales
16.700 millas de ferrocarril
230.000 millas de carretera
«[México] una alternativa de exportación de productos chinos a Estados Unidos, la fabricación en México y exportarlos directamente a su vecino ahorra más de 20 días», asegura el conglomerado chino. Además, señala, es una «gran atracción para los capitales chinos que necesitan comprar materiales o vender productos en América Latina».
Otra ventaja que observan los chinos en suelo mexicano, según el Parque Industrial Hofusan, es que las industrias de ambos países son complementarias, tienen suficiente capital humano joven, altamente calificado y económicamente activo, con 18 años sin huelgas.
México, el posible gran beneficiado
El T-MEC también resulta contraproducente para Pekín. Sus estatutos decretan que ninguno de los tres países firmantes puede establecer relaciones comerciales con otras naciones sin que haya una aprobación unánime de los tres. Esta cláusula está dirigida, principalmente, a China, el principal rival comercial de Washington. Los estadounidenses no quieren que los chinos adquieran poderío comercial en su zona natural de influencia que es México, asegura Balderas. Ejemplo de ello es la industria automotriz: a partir de 2023, todos los vehículos producidos en la zona del T-MEC deben estar hechos por componentes de Norteamérica (Estados Unidos, Canadá y México).
«La competencia entre China y Estados Unidos no sólo es económica, sino geopolítica. China está en su labor de retomar el control de muchas zonas del mundo, entre ellas América Latina. Esta expansión puede ser aprovechada por México. La mano de obra mexicana sigue siendo relativamente barata y está cada vez mejor capacitada para producir los insumos intermedios que vienen de China hacia Estados Unidos. Y eso es una gran ventaja para México, porque hay transferencia de tecnología, creación de nuevos empleos y mejores salarios», dice en entrevista con Sputnik Víctor Aramburu, economista mexicano del Tecnológico de Monterrey y con estudios en Política Social y Desarrollo en la London School of Economics.
Los beneficios, primero, se notan en la zona norte de México por su cercanía con Estados Unidos, dice el especialista. Sin embargo, cuando se termine de construir el Corredor Transístmico —que delineará una franja comercial entre el Océano Atlántico y el Océano Pacífico—, es probable que el sur del país latinoamericano también resulte atractivo para las inversiones chinas, ya que en esta región la mano de obra es más barata (los salarios son más altos en la frontera norte mexicana por decreto constitucional).
«Con el Corredor Transístmico se desarrollará una infraestructura para conectar las dos costas de Estados Unidos. Yo no creo que los estadounidenses tomen a mal el acercamiento de China [a México], si acaso en algunas industrias, no en todas», indica Aramburu, quien también es doctor en Políticas Públicas por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
La amistad existe, pero podría haber riesgos
El flujo comercial entre México y China alcanzó los 110.303 millones de dólares en 2021, es decir, 22% más que en 2019, el año previo a la pandemia de COVID-19, cuando se movieron 90.000 millones de dólares, de acuerdo con datos de la Cámara de Comercio de China en México.
«Esto abre espacios para que el Gobierno mexicano concrete una alianza estratégica con los chinos, en especial por la complementariedad que podrían tener en varios sectores, entre ellos el electrónico y el automotriz, pero también para exportar de aquí a Asia», afirmó Amapola Grijalva, presidenta de la Cámara de Comercio de China en México.
Según el embajador chino en México, Zhu Qingqiao, actualmente existen más de 200 empresas del país asiático operando en territorio mexicano. Sin embargo, han reconocido ambas naciones, todavía hay mucho camino por avanzar para llegar a un vínculo digno del gran potencial económico y laboral que se tiene. De hecho, China es el segundo socio comercial de México y éste, a su vez, es el segundo mayor socio comercial de Pekín en la región latinoamericana, de acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Pese a lo dictado por el T-MEC, cada vez son mayores las probabilidades de que el Gobierno de México firme un tratado de libre comercio con China. Sin embargo, si eso sucede sin el visto bueno de Estados Unidos, podría desatarse una tensión diplomática entre Washington y el país latinoamericano, advierte Enrique Dussel Peters, coordinador del Centro de Estudios China-México de la UNAM.
«Estados Unidos ve con recelo la relación comercial entre México y China», afirma Dussel, quien además es director de la Red Académica de América Latina y el Caribe sobre China (Redalc-China).
«Me llamaría la atención que, después de un importante esfuerzo legislativo estadounidense en contra de China, México llegara a decirles [a los estadounidenses] que tiene las intenciones de firmar un tratado con ellos y que el Gobierno de Estados Unidos diga: ‘claro, sin problema’. Hasta podría verse comprometida nuestra presencia [mexicana] en el T-MEC», observó Dussel.
¿Qué podría perder la mano de obra mexicana?
Aunque para algunos organismos internacionales las economías de China y México son similares por sus aciertos estratégicos, pero un reparto desigual entre su población, lo cierto es que la economía del país latinoamericano no está lista para competir con productos e inversionistas chinos, considera la internacionalista Michelle Calderón, quien también es académica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
De hecho, dice, aún existen percepciones negativas en varios sectores económicos y sociales de México sobre Pekín. «Un ejemplo de ello fue el proyecto Dragon Mart, el cual, aludiendo a motivos ecológicos, se canceló», recuerda la investigadora.
Dragon Mart prometía ser el conjunto comercial más grande de América Latina. Se preveía que fuera construido en Cancún, uno de los centros turísticos más visitados en México, tanto por nacionales como por extranjeros. En ese sitio, financiado por inversionistas chinos y mexicanos, se iba a vender de todo: juguetes, productos electrónicos, ropa, materiales para la construcción, ferretería, productos eléctricos, joyería, maquinaria agrícola, autopartes, mobiliario y alimentos.
«Este nuevo centro internacional de negocios facilitará el contacto directo entre los fabricantes y sus clientes internacionales. No es un lugar para fabricación ni para distribución de productos, sino un espacio para establecer relaciones comerciales de manera directa y sin intermediarios», se leía en el promocional de Dragon Mart, un proyecto que prometía una derrama económica de 700 millones de dólares al año, más de 8.000 empleos directos y la construcción de cientos de complejos inmobiliarios para familias chinas.
«La cancelación de Dragon Mart [en 2015 por el Gobierno de Peña Nieto] fue una muestra clara de que México no quiere aprovechar por completo las inversiones provenientes de China, por distintos motivos: porque a nivel gubernamental y legal existen restricciones, porque la infraestructura de nuestro país es insuficiente y porque incluso como abastecedores de materias primas, México está por debajo de las necesidades y capacidades que tienen los inversionistas y emprendedores chinos», explica Calderón.
En 2001, cuando la República Popular China se unió a la Organización Mundial de Comercio (OMC), México perdió empleos manufactureros a gran escala, ya que miles de fábricas prefirieron trasladarse a suelo chino en lugar de permanecer o mudarse al país hispanohablante.
«Recordemos que a percepción que se tiene con respecto a China es la de una amenaza no solamente a los intereses estadounidenses en la región [latinoamericana] sino, en general, al sistema internacional y a los valores preconizados por los estadounidenses», concluye la especialista.