¿Convencer? Democracia es el nombre que se le da al pueblo siempre que se le necesita
Democracia es el nombre que se le da al pueblo siempre que se le necesita.
ROBERT PELLEVÉ, MARQUÉS DE FLERS.
Se dicen demócratas al tiempo que se niegan a reconocer y practicar los valores propios de ésta. Desconocen, aún hoy, el triunfo mayoritario que fue decidido hace cuatro años en «democracia». Por 4 años han gritado que quieren que se vaya el presidente pero cuando tuvieron la oportunidad -a través de la revocación de mandato- se negaron a participar democráticamente. Son golpistas por naturaleza y tienen el descaro de decir que «defienden la democracia»
Viene una próxima lección, una clase «en vivo» de lo que es la democracia. La marcha rosa opositora de hace unos días, al carecer de sentido argumental y de propuesta política, y, fingiendo que se trataba de la defensa de la democracia y no de la suma del odio del conservadurismo y del nouvelle aspiracionismo ignorante (como aquel al que se refiere Galeano), tendrá una magistral respuesta el próximo domingo 27 en donde se dará valor numérico a una de las primeras acepciones del término: el gobierno de las mayorías.
Cuando Felipe Calderón se convirtió en presidente después de aquél atroz fraude electoral en 2006, fue aplaudido cuando declaró que ganó «haiga sido como haiga sido» con (15,000,284 votos) un 0.56% de votos más que los 14,756,350 que se le reconocieron a López Obrador. La acostumbrada feligresía del conservadurismo y la rapacidad presupuestal en voz de sus portavoces festinó que el número de la votación le daba el triunfo, se jactaron en sesudos análisis que en «democracia», un voto hacía la diferencia.
Esos mismos portavoces y corifeos, a partir de que López Obrador se llevó el triunfo en el 2018 con 30,110,327 de votos, -lo que representa el mayor número porcentual de cualquier otra elección previa y ganada en todos los rangos medibles, por edad, por sexos, por educación, por localidad etc.- cambiaron su forma de pensar para poder llamarle «dictador».
Cuando en las votaciones en las cámaras, las propuestas del presidente, de la 4T, de la izquierda se alzan con un triunfo, de inmediato son consideradas (por la oposición) como imposiciones dictatoriales del indio patarajada de Macuspana. Cuando estos mismos opositores logran un triunfo oponiéndose a las propuestas de López Obrador, son triunfos en democracia.
Es decir, que con el vulgar acomodo del lenguaje, el conservadurismo que busca el regreso al pasado se justifica en su perversidad y, lo que sí me parece grave, dado que controla los medios de comunicación que se han conformado con repetir el dictado discurso de las élites a cambio de recursos, han adoctrinado a parte de la población, la más pobre intelectualmente en términos políticos y, afortunadamente, minoritaria, en repetir como loros sus exabruptos. La marcha reciente es prueba fehaciente de lo aquí dicho.
Si con la rosada caminata del domingo anterior, la oposición dejó claro que no tiene propuesta de gobierno, que no tiene un liderazgo y que su única motivación es el odio al presidente, gobierno y chairos que le acompañamos; y, que su «triunfo» radica en el número de personas que salieron a acompañarlos; como consecuencia directa tendrán la respuesta que les signifique que hasta en eso son perdedores. El próximo domingo saldrá a caminar junto al presidente, ahora sí, en la madre de todas las marchas, el número que multiplique por muchas veces cualquiera que haya sido el que realmente lo hizo en la reciente, incluso el de los sueños guajiros de cualquier descerebrado que osó medirse en esos términos con el arraigo popular de este gobierno.
Si quieren jugar con el número en democracia, tendrán en unos días el número correcto. Una vez más serán sobajados por no haberse atenido a las reglas que ellos mismos pusieron.
Hasta hace poco tiempo yo pensaba que el trabajo en la 4T era convencer a algunos ciudadanos opositores de los logros alcanzados en este gobierno; del manejo macroeconómico, del manejo de la pandemia, de la importancia de las obras de infraestructura, de las políticas sociales y laborales, del programa Sembrando Vida, y sobre todo de la importancia del reparto de becas y subsidios a los más marginados para que hubiera una base mínima que les pusiera en la vía de desarrollo. Sin embargo, es tal la cooptación mediática del discurso de odio que les han fomentado, que es como intentar hablar con la pared; la cerrazón mental a que les han obligado en una idea de aspiracionismo inentendible, de blanquitud forzada como sinónimo de privilegio, de primermundismo y de aceptación de un discurso (éste sí polarizante) en donde a la mayoría de los ciudadanos (rangos del 70%) se nos trata como brutos, corrientes y que no deberíamos tener derecho a votar. Pero, como lamentablemente para estas minorías, sí lo tenemos, entonces la democracia deja de gustarles para convertir sus acciones en un golpismo blando.
Mientras parte de la ciudadanía no entienda el sentido profundo de la democracia y crea que es sólo trabajo de las élites -poderosas pero minoritarias- decidir el rumbo del país; habrá que darles el trato justo que su número en las urnas les den, ni más ni menos.
La democracia no es como el sexo en donde no importa estar arriba o abajo, ambos se la pasan bien; en democracia o se busca un piso parejo que sirva a todos o alguien se la pasa mal. Llama mucho la atención que el típico «wanabi» whitexicanizado no entienda esto.