Opinión

Cambio climático y la crisis alimentaria

Por José Murat

La semana pasada trascendieron tres datos graves, más allá de las coyunturas políticas y las controversias de grupo a corto plazo: la aceleración del ritmo de deshielo en el polo norte, el aumento promedio de la temperatura del mar y el impacto del propio cambio climático en la producción agropecuaria del mundo, con acento en el sur del país, lo que podría traducirse más adelante en una crisis alimentaria, de no implementarse las medidas de contención pertinentes.

Si ya de por sí el calentamiento global afecta gravemente la salud y el bienestar de los seres vivos, y en general los equilibrios de la biosfera, con su secuela de fenómenos naturales desbordados –sequías, huracanes, inundaciones, tornados–, la alteración de las condiciones de crecimiento, floración y producción de las plantas que proveen de insumos básicos a la población multiplica los daños del cambio en el pulso del planeta.

Por una parte, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos, mejor conocida como NASA, en un estudio realizado en colaboración con la Agencia Espacial Europea consistente en un comparativo de imágenes satelitales tomadas desde 1979, reveló que el Círculo Polar Ártico –que incluye territorios del norte de Canadá, Estados Unidos, Rusia, Islandia, Noruega, Suecia, Finlandia y Groenlandia (Dinamarca)– perderá todo su hielo por primera vez entre 2030 y 2050, independientemente de que las emisiones de gases de efecto invernadero disminuyan o no.

La primera consecuencia de un deshielo total del Ártico, dice el estudio, es que el nivel de los mares aumentará, especialmente en esa región del planeta, lo que ejercerá una presión adicional sobre el clima local.

La segunda consecuencia será la afectación del hábitat natural de varias especies ya desde ahora amenazadas: en el Ártico, como se sabe, habitan varios animales: osos y zorros polares, focas, morsas, orcas, belugas marinas, ballenas. Particularmente, los osos polares, que se desplazan sobre la capa de hielo, cuando ésta desaparezca, concluye el estudio, tendrán que nadar demasiado, lo cual los pondrá en peligro de extinción.

Por otra parte, en el mismo tópico del cambio climático, el observatorio europeo Copernicus reveló que la temperatura media de la superficie de los océanos alcanzó esta semana un récord de 20.96 grados celsius. Ese pico, que de acuerdo con la base de datos ERA5 se alcanzó el 30 de julio, superó el récord anterior de 20.95 grados de marzo de 2016.

La ola de calor del océano representa una amenaza inmediata para algunas formas de vida marina, ya se ven signos de blanqueamiento de corales en Florida como consecuencia directa y espero más consecuencias negativas, informó la agencia de investigación del clima en los mares.

La gravedad del tema estriba en que los océanos absorben 90 por ciento del exceso de calor del sistema terrestre causado por la actividad humana de la era industrial, y esta energía sigue aumentando a medida que se acumulan los gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Finalmente, como arroja el estudio de campo realizado por corresponsales de este mismo diario de circulación nacional en la zona limítrofe de Chiapas con Guatemala, son los propios agricultores entrevistados los que califican de grave el calentamiento global, pues sus cosechas han disminuido sensiblemente: maíz, café, mango, aguacate, plátano y los cítricos.

México es el décimo mayor provedor de alimentos del mundo, y una cuarta parte de su producción de cereales, frutos y leguminosas proviene del sur-sureste, región abundante en recursos naturales, comenzando por el agua, pero históricamente rezagada. A los problemas estructurales de siempre se ha sumado un enemigo silencioso pero letal del que no se ha querido cobrar plena conciencia: el cambio climático, traducido en sequías, lluvias torrenciales y alteración de ciclos, que amenaza con detonar una crisis alimentaria que, de consumarse, afectaría a todo el país.

Como afirman los campesinos entrevistados, por más que se suceden las cumbres mundiales del cambio climático, poco se ha podido hacer para evitar esta cruda realidad que ellos viven cotidianamente: en ocasiones los arroyos se secan; en otras, por el contrario, los campos se inundan y al final las personas apenas sobreviven, pues la producción decrece.

En sus palabras, la imprevisibilidad en el común denominador: ya no sabemos cuándo va a llover, cuándo va entrar el verano, pues vemos nubes pero no llueve, esa incertidumbre golpea mucho al campesino. Hay un gran descontrol. Primero, nada de agua y calor extremo, pero luego cae demasiada agua en muy poco tiempo, eso es el cambio climático porque antes no pasaba. El campo se encuentra en una incertidumbre preocupante y de alto riesgo.

De esa incertidumbre deriva la reducción de la producción, en la zona del estudio, del mango en 70 por ciento, del café en 50 por ciento, y en ocasiones la pérdida total de la cosecha de maíz, así como el derribo de los árboles de naranja, limón y aguacate.

En suma, es preciso hacer un solo frente, nacional y universal, en los desafíos mayúsculos y trascendentales: trabajar en favor de los equilibrios naturales del planeta, para hacer habitable nuestra casa común, preservar la salud de sus habitantes y, sobre todo, evitar una crisis alimentaria.

Editor

Medio independiente de noticias relacionadas con la Cuarta Transformación de México.

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