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Corredor Interoceánico, megaobra geopolítica de AMLO y un beneficio para EEUU

Además de ser una angostura definitoria del territorio mexicano, su potencial comercial es clave porque une al Golfo de México con el Océano Pacífico: se trata del Istmo de Tehuantepec, en el que el Gobierno federal desarrolla una de sus obras prioritarias.

La obra es el Corredor Interoceánico, un proyecto que pretende conectar los puertos de Coatzacoalcos, en Veracruz,y Salina Cruz, en Oaxaca, para ofrecer una ruta de relevancia internacional al comercio en su constante búsqueda de nuevas oportunidades de negocios.

Si bien existe el Canal de Panamá, se ubica más al sur en relación con China y Estados Unidos, además de que su importancia genera saturación, largos lapsos de espera y otras dificultades con impacto en el comercio mundial.

Sputnik conversó con la doctora en relaciones económico internacionales Ana Esther Ceceña, egresada de la Universidad de París, para entender los potenciales estratégicos de este proyecto de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, que busca eficientar el traslado de mercancías entre los 322 kilómetros que separan un puerto de otro en el sureste mexicano.

Bajo perfil para una obra estratégica

A diferencia del Tren Maya, otra de las megaobras de la 4T con un nombre mediáticamente atractivo y que busca conectar los estados de Tabasco, Chiapas, Quintana Roo, Campeche y Yucatán en puntos turísticos y estratégicos, el Corredor Transpacífico ha sido abordado con un bajo perfil por la administración, tal vez con miras a evitar frenos y objeciones, evalúa Ceceña.

A pesar de este desbalance, el Corredor Transístmico, como también se le conoce por atravesar el Istmo de Tehuantepec, es mucho más importante en términos geopolíticos.

«Es realmente la obra que conecta al mercado mundial, es decir, el territorio mexicano ahí sirviendo de paso para un grandísimo comercio mundial que va a transitar, sobre todo, en la cuenca del Pacífico, pero que tiene que conectar con la costa este de Estados Unidos», distingue.

«Que es la parte digamos geográfica más productiva de Estados Unidos, entonces esa obra es clave», apunta la también profesora de estudios latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

No es la primera vez que se enuncia la posibilidad de conectar comercialmente ambos extremos, recuerda la académica, sin embargo, sí es un proyecto que despierta objeciones y por eso se ha manejado con discreción, si bien avanza prácticamente a la misma velocidad que el Tren Maya.

«A pesar de que las zonas son distintas, pero los dos están avanzando podríamos decir al mismo ritmo, y quizás con la celeridad de los energéticos a un ritmo mayor debería avanzar el tren ístmico», añade.

El progreso como un enfoque de aprovechamiento

Si bien tanto en el Tren Maya como en el Corredor Interoceánico el presidente López Obrador justifica los proyectos argumentando que garantizarán desarrollo y derrama económica para la región y, por tanto, para sus comunidades, la académica cuestiona que vaya a darse este beneficio de manera balanceada.

«El daño que ocasiona en una región que es frágil, que es muy muy rica, digamos, de nivel mundial, las obras del corredor impactan ahí muy fuerte», lo que explica el rechazo de las poblaciones interpeladas, también por su impacto en los modos de vida, apunta.

«¿Qué es el progreso? En realidad, el progreso, cuando uno dice: ‘Pues todos queremos progresar’, si lo pensamos bien, esto que se denomina progreso es un cierto modo de usar las cosas, de usar la naturaleza, de usar incluso la fuerza humana para producir de cierta manera», describe Ceceña.

Así modos de producción vinculados al progreso son asociados por pobladores del Istmo de Tehuantepec con la destrucción de la región y de sus posibilidades de autosustento.

La búsqueda de rentabilizar el territorio y la naturaleza generan un impacto en la zona involucrada, lamenta, en una apuesta industrial que no tiene garantías de éxito.

«Los cálculos de riesgo por tanto rechazo que hay a los proyectos en la región son altos», declara.

Desbalance comercial entre el Atlántico y el Pacífico

Con el crecimiento económico de China la fuerza comercial del mundo se ha trasladado del Océano Atlántico al Pacífico, lo que ha desbalanceado no sólo los intereses de Europa sino también los de la costa este de Estados Unidos.

Desde esa perspectiva, Ceceña cuestiona que México vaya a tener beneficios económicos significativos con el Corredor Interoceánico. Según su estimación, el principal beneficiado sería el comercio estadounidense, con algunas ganancias para el país.

«El beneficio grande que podría tener el corredor es la posibilidad de que los grandes flujos del comercio mundial tengan un recorrido más corto, más ágil y de repente hasta más controlado desde la perspectiva, quizá, de Estados Unidos», apunta.

«Para EEUU es clave conectar su costa este con la cuenca del Pacífico y el paso de Panamá es un recorrido más largo, es más complicado, Panamá está muy saturado, ahí hay tiempos de espera largos, y en cambio si el Transístmico empieza a funcionar, así como está planeado, las mercancías de o hacia la costa este de Estados Unidos transitan casi por mares internos», distingue.

Esta situación permitiría equilibrar la economía estadounidense con las de los países del Pacífico, que han descolocado el comercio del país norteamericano, considera Ceceña, de modo que las ventajas del Corredor Transpacífico podrían volverlo nuevamente competitivo.

«Yo creo que los beneficios no son tanto para México, son mucho más para los grandes intereses de Estados Unidos y también de la coalición de la cuenca del Pacífico», describe.

Control militar internacional de un territorio estratégico

Si la angostura entre Coatzacoalcos y Salina Cruz adquiere una relevancia geopolítica internacional, se podría convertir en un territorio no solamente disputado, señala la experta, sino militarizado no sólo por fuerzas mexicanas como la Guardia Nacional, sino por potencias extraterritoriales.

En ese escenario, México cultiva una doble vertiente en sus relaciones internacionales, donde fortalece su vínculo con Estados Unidos mientras atiende su enlace comercial con China y con los poderes del Asia-Pacífico, apunta la académica.

El Corredor Interoceánico puede contribuir, sin embargo, a la ampliación de las fronteras de Estados Unidos y la dinamización de sus capacidades comerciales interoceánicas, mientras al mismo tiempo evade el tema migratorio a través de presiones políticas contra México.

El corredor: una apuesta, una posibilidad

Pese a la relevancia que podría adquirir para el mercado internacional, con sus respectivas consecuencias geoestratégicas, el Corredor Transpacífico no es una obra perfectamente amarrada, valora Ceceña, sino una apuesta política que puede resultar o no.

«Hay muchísima resistencia a las obras, a este, al Tren Maya, a la refinería Dos Bocas. El rechazo no es solamente de las organizaciones, de los pueblos que están ahí, la propia naturaleza se está rebelando contra estos proyectos «, agrega la universitaria en alusión a como exhiben los hundimientos de vía y otros fenómenos.

Estos atravesamientos de origen son considerados por los inversionistas para tomar decisiones de inyección de dinero, activación de plantas industriales y otros movimientos, señala, además del cálculo estratégico en los riesgos que encarna el corredor.

Además, subraya que muchos de los jugadores involucrados en la posibilidad de unir Coatzacoalcos con Salina Cruz no son precisamente actores nacionales con intereses por México.

«Hay también mucho interés externo que está influyendo en la manera como se están pensando estos proyectos», concluye.

SputnikNews

Editor

Medio independiente de noticias relacionadas con la Cuarta Transformación de México.

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