Política

Guerras sucias y propaganda ‘negra’: historia líquida de la derecha mexicana y trasnacional

Los especialistas en comunicación (Diego López, 2016) sitúan los ejes de las guerras sucias y la propaganda negra en tres vertientes más generales que nosotros explicaremos con más detalles y ejemplos aplicados a la política mexicana actual:.
  1. La “apelación” al miedo y a la paranoia, para lo cual el “propagandista negro” provoca –por distintos medios, frases y campañas– que las personas “sientan temor”, gran inseguridad, inventando hechos o personajes (mentiras, chismes, montajes de videos), incluso, hablando de la presencia de “enemigos poderosos” que les amenazan con sus acciones presentes o futuras (un “narco presidente”, una “narco candidata”, un “dictador”, un “tirano”, un posible “mega asesinato”, “hago responsable al presidente por mi integridad física”, “sufrí un atentado”, “intentaron asesinarme”, etcétera) todo ello con la finalidad de “sentirse débil, vulnerable, atacado, en todos los aspectos, de su vida e integridad personal, familiar y colectiva (su empleo, su patrimonio, su familia, sus valores morales), es decir, introduciendo en su mente la idea de “que otros quieren lo mío”, “me quieren eliminar”, y encauzando todo ello hacia una persona o un colectivo de personas como “responsables” o “culpables” de todo ello, de esa situación, para volcar la animadversión hacia dicho objeto de repudio.
  2. La concentración en una “historia líquida”, que es un tipo de relación o narrativa de los hechos, de la vida social real, contados y narrados “a conveniencia” de quienes dan cuenta de ellos (“en México no hay democracia”, “en México existe una dictadura” o “existe una tiranía”, “el gobierno actual es un desastre”, “estamos peor que antes”, “se abraza a los narcotraficantes”), el resultado es que la perspectiva de los receptores de este tipo de narrativa (mentiras, chismes), cambia según el interés o intereses de quien emite estos mensajes, y se genera así un nuevo contexto socio-político e ideológico favorable a los titulares de este perverso recurso. Se ha introducido la confusión, la duda, la sospecha, la inseguridad sobre lo que se creía, de lo que se está convencido, sobre lo que había certeza, el sujeto destinatario de la “historia líquida” cambió o puede cambiar. Los contadores de la “nueva historia líquida” esperan que ello se refleje en las encuestas, que se cierre la disputa por el poder.
  3. El otro eje determinante es construir “un desprestigio”, se arman “montajes mediáticos”, se inventan “defectos o vicios”, se inventan “hechos” (“López Obrador se queda en el poder, Claudia es su marioneta”, “los hijos de López Obrador viven con lujos”), o se facturan “actos que nunca sucedieron”, se pagan “falsos testigos” o “falsos testimonios”, se desarrollan “investigaciones amañadas”, se realizan “montajes de videos trucados”. Una parte esencial de todo lo anterior es cuando el centro del debate o del conflicto político es el cambio de régimen y de programa de gobierno, en México decimos, la transformación nacional, lo cual se difama en su contenido, en su sustancia, todo con la finalidad de cambiar el eje de la discusión y conducirla al terreno que le conviene, que le importa más, a quienes contratan al “especialista en construir desprestigio”. Ya nos discutimos las ventajas o bondades de una transformación nacional, porque ello en sí como proyecto político ha fracasado, y lo mejor es regresar a lo de antes.

En materia de seguridad y combate al crimen trasnacional organizado, el punto crucial de la propuesta de la candidata de la derecha nacional y trasnacional, Xóchitl Gálvez, es peor todavía  que resucitar la política de “guerra contra las drogas” del señor Felipe Calderón, porque plantea un acuerdo de integración para la seguridad con América del Norte, que nos pondría sin soberanía ninguna, en las manos de las agencias de inteligencia y seguridad de Estados Unidos de América (y de Canadá), pero especialmente, en manos del Comando Norte que cuida la seguridad nacional y soberanía de Estados Unidos desde la región centroamericana hasta Canadá y Alaska, por tierra, mar y aire. ¿Se puede ser más apátrida todavía?

Dentro de las “guerras sucias” y su instrumento privilegiado, la “propaganda negra”, la propaganda negativa, perversa, mentirosa y calumniadora, es fundamental “inventar un enemigo” y entre más “poderoso” se presente como tal, mejor, porque ellas tienen siempre una intención de influir para cambiar la ideología, las percepciones, razones y significados de un colectivo social, por lo tanto, es una intencionalidad y una función de poder, para modificar los comportamientos, las acciones sociales, los resultados de determinados eventos, como las elecciones, el  referéndum, los plebiscitos.

El recurso de las fuerzas oscurantistas a desarrollar la “guerra sucia” y la “propaganda negra” en México, es larga, entreverada y finalmente perversa y fatal en sus resultados. Podemos situarnos –para no ir demasiado lejos– en una etapa en donde ya nos encontramos con ella durante la etapa de las campañas del anticomunismo más primitivo y punitivo durante la guerra fría, lo que muchos analistas latinoamericanos llamaron “el macartismo” (referente a las campañas de persecución de “comunistas infiltrados en los gobiernos estadounidenses”, que desató “cacerías de brujas” para arrestar a decenas de personas acusadas de ser  “comunistas al servicio de una potencia extranjera”).

El caso más sonado en Estados Unidos fue el crimen de los esposos Rosenberg, Ethel y Julius, acusados de “espionaje” y puestos en la silla eléctrica mediante un cuasi-juicio sumarísimo durante el mes de marzo de 1951, al cual Jean Paul Sartre, el filósofo y activista francés del existencialismo, se refirió diciendo “la ejecución de los Rosenberg es un linchamiento legal que mancha de sangre a todo el país”, porque fueron ejecutados con un solo testigo de cargo y “pruebas” de cargo “circunstanciales”, decían los abogados que los defendían. Ello sirvió de modelo punitivo, aunque la barbarie de los gobiernos autoritarios y las dictaduras militares en América Latina y el Caribe, condujo a actos sumarísimos de ejecución a mansalva, sin siquiera una simulación de un juico legal. El alumno superó por mucho al maestro.

De ello derivó la persecución feroz a los opositores en nuestra subregión continental tildando a todos de “comunistas” (decirlo hoy es el mayor ridículo al que pueda llegarse), de mentir o exagerar acerca de los postulados teóricos y la praxis en los gobiernos del “socialismo realmente existente” (la URSS y los gobiernos del Pacto de Varsovia), en donde ciertamente se actuaba con mucha dureza contra los disidentes porque tales gobiernos operaban hacia el exterior bajo la idea rectora de ser una “fortaleza asediada” por Occidente y en los términos de la guerra fría.

En la contienda ideológica y de medios de comunicación condenaban con toda energía y con todos los recursos de propaganda internacional de las agencias de prensa occidentales, “los gulags” soviéticos, mientras callaban hipócritamente ante los más de 20 intentos por asesinar al dirigente de la revolución cubana, Fidel Castro Ruz, y las cárceles clandestinas de tortura y muerte de opositores en América Latina. Todos eran “comunistas” no merecían sino la muerte, o la desaparición, ya ni siquiera la cárcel.

La idea de “desaparición del adversario transformado en enemigo” es el grado máximo de perversidad política, es la negación del derecho a la existencia, es el grado último de uso y abuso del poder. Por ello, “la guerra sucia” en nuestro subcontinente, tuvo como expresión, las masacres de colectivos sociales diversos, la tortura, la desaparición forzada, el juicio sumarísimo, la ejecución, el encarcelamiento injustificado, todo ello, para aplastar una forma distinta de pensar y entender el Orden Social.

Con “el terrorismo” (algunos grupos organizados sí lo son) ha sucedido algo muy similar, cuando se quiere aplicar la máxima del “derecho a la existencia” al “derecho a pensar distinto” se identifica a los portadores de dicha visión, como “terroristas” con distintos derivados. Más recientemente, con el fenómeno de las organizaciones del crimen transnacional organizado, cuyo eje de sus actividad criminal es el narcotráfico multinacional (las estructuras presentes existen y son muy poderosas),   les aplica lo mismo, al querer estigmatizar su existencia, son “narco-criminales”, y a los líderes políticos, son “narco-políticos”.

Es toda una fenomenología de la estigmatización social mal intencionada, a través de usar una realidad extrapolándola para aplicarla a los colectivos o las personas a quienes deseemos y a quien queramos suprimir de la realidad, en forma transitoria, circunstancial o permanente. El primer paso es construir su estigma social.

Ahora bien: existe también “la propaganda gris”, las distorsiones desinformativas, las mentiras, calumnias, difamaciones, invenciones de historias, cuyas fuentes de origen y desarrollo se llegan a conocer. Po ejemplo, los reportajes, videos, investigaciones que presentan agencias de noticias, canales de televisión, sitios web y otros. En la “propaganda negra” las fuentes suelen no ser identificadas. Regularmente se finge que proviene de una fuente distinta a la verdadera, en cuyo caso, cuando son acciones violentas, como atentados, asesinatos, etc. Se denominan “de bandera falsa”. La forma en que se elabora, canaliza o difunde se le denomina “ingeniería creativa”.

La “propaganda negra” está asociada a la “guerra psicológica” y ésta, con las “guerras híbridas”, representan fases diferenciadas de un mismo proceso de comunicación distorsionante, deformante de la realidad, de falsificación, de “mentiras disfrazadas de verdades”. En términos de inteligencia operativa –si fueran parte de un plan de acción de este tipo– llegan a concretarse mediante “operaciones encubiertas” de distinto tipo.

Por ejemplo, en Colombia el servicio de inteligencia civil y militar de Estado, pero particularmente el DAS (Departamento Administrativo de Seguridad, suprimido en octubre de 2011, desarrolló “campañas negras” de desinformación y falsificación, incluso con documentos falsos producto de montajes, contra periodistas, intelectuales, líderes sociales y periodistas, atentados y otros, ejecutados mediante “operadores encubiertos de inteligencia”; en América Latina abundan los ejemplos.

Hoy es también usual, que la derecha nacional apátrida, se alíe con grupos del crimen transnacional organizado (no todos lo aceptan, salve que sientan tener cuentas pendientes) para efectuar atentados, actos de violencia contra líderes políticos, objetivos económicos, etc. orientados a la desestabilización nacional.

De allí, que estos temas sean materia de estudio dentro del contexto o entorno nacional o transnacional de la lucha política, de la lucha por el poder, y deben analizarse en la integración de la Agenda Nacional de Riesgos, si tales campañas o tipos de acciones de “guerra sucia”, y “propaganda negra” o “propaganda gris”, o actos de violencia (como el de la destrucción de la puerta 2 del Palacio Nacional) llegan a constituir un factor de inestabilidad de las instituciones públicas o del Estado en su conjunto, o son amenazas a ello, y por tanto, si se convierten en materia de la seguridad interior como variante de la seguridad nacional.

El éxito de la “propaganda negra” reside en que está diseñada para influir sobre las capas sociales de más alto nivel, fuera de “la clase popular” que aparentemente están mejor informadas (recuerden como en la últimas marcha algunas señoras entrevistas en calle decir eso, que ellas eran personas mejor informadas)  dentro de la estructura social. En ellas se actúa con esta propaganda, sobre la base de su  “buena voluntad” y de sus “atributos sociológicos e identitarios” (mayor credibilidad para ciertos medios de comunicación, periodistas, líderes políticos, instituciones, fuera de los segmentos populares,  es decir, de su proclividad para aceptar la credibilidad de la fuente. De esta forma se consigue que el receptor, gracias a su “prestigio y calidad social”, se convierta, no solamente en “el repetidor y amplificador cualificado” de la mentira, de la desinformación” sino en “el generador” de una “corriente de opinión” que con su acción política termina satisfaciendo los intereses primarios de la fuente de origen. ​

Pero, si los creadores o los remitentes del mensaje de propaganda negra no entienden adecuadamente a su audiencia, el mensaje puede ser malentendido, y parecer sospechoso, o volverse en contra de la fuente. Nos dicen autores especializados como Jowett, Garth S. y Victoria, O’Donnell. (2006)

Por ello, el trabajo sobre las “clases medias” especialmente, con una oferta política adecuada, es de fundamental importancia para desbaratar las maniobras mediáticas de “guerra sucia” y “propaganda negra” sobre este amplio sector social, hoy en buena medida, desafecto al gobierno actual. Dentro de ello se insertan el refuerzo de expresiones, manifestaciones y acciones de “clasismo” y “racismo”. Estamos ante un haz de variantes orientadas al mismo objetivo, un cambio de régimen mediante una contienda no democrática, que no respete y violente activamente las normas legales que la regulan.

Esto, lo ha confirmado desde una perspectiva de derechos humanos, es violencia social, dice la CNDH. El tema es que la derecha nacional y trasnacional optaron por una guerra sucia y propaganda negra como estrategia de lucha por el poder. Hoy se aprecia claramente, no son episodios aislados. Pero la mayoría nacional sabrá derrotar como en otras etapas de la historia, esta nueva intentona reaccionaria, la vencerá el 4 de junio.

Jorge Retana Yarto*

*Exdirector de la Escuela de Inteligencia para la Seguridad Nacional, Licenciado en economía con especialidad en inteligencia para la seguridad nacional; maestro en administración pública; doctor en gerencia pública y política social. Tiene cuatro obras completas publicadas y más de 40 ensayos y artículos periodísticos; 20 años como docente de licenciatura y posgrado.

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